Las integración y crecimiento de dispositivos de captura junto con el avance en el proceso de datos biométricos y de reconocimiento facial hacen cada vez mas posible una identificación ciudadana en casi cualquier lugar.
En esta ocasión en una aplicación diseñada para integrase en las Google Glass la que abre el debate sobre cómo se gestiona nuestra identidad fuera de los márgenes de nuestro consentimiento.
Uno de los aspectos mas inquietantes del asunto es acerca de quién y como accede a esos datos y con que intención.
La paulatina integración de bases de datos biométricas y sobre todo la titularidad de estas está resultando ser cada vez mas inquietante.
Estos días hemos conocido cómo funciona NameTag, una aplicación para Google Glass creada por la compañía FacialNetwork.com, que ofrece como característica principal un escaner facial sobre la marcha que identifica a las personas con las que nos crucemos buscando sus rasgos en su base de datos ubicada en la red.
Según confirman en The New Yorker, el plan es ir integrando una base de datos masiva de correspondencias faciales con perfiles públicos de redes sociales y otros datos accesibles mediante el buscador de dicha aplicación. Tal y como señala Enrique Dans en su blog, si una tecnología es posible es solo cuestión de tiempo que se desarrolle de manera inexorable. Lo preocupante del asunto es que no existe regulación alguna sobre su uso y que muchos gobiernos y sus agencias de inteligencia y policiales sean sus principales usuarios ahora mismo.
Tras el uso mas o menos simpático de poder identificar a personas sobre la marcha, una vez solventado el retardo actual por el acceso remoto a datos, subyace una capacidad mucho mas seria; la de poder identificar con total discreción a cualquiera con quien nos cruceros. Esta capacidad aumenta el factor de exposición de nuestra privacidad hasta niveles orwelianos. Estamos ante el primer paso para un control ciudadano completo.
En otras ocasiones ya hemos apuntado acerca de cómo la tendencia a integrar videovigilancia y análisis de datos biométricos capturados comienza a ser un hecho. También en su momento se explicó como la privatización de estos servicios en EEUU y la opacidad de su uso adquiría tintes preocupantes dado que esta delegación de tareas que afectan tan directamente a derechos ciudadanos puede degradar en favor de intereses nada claros. Otros casos como los de la identificación facial que Facebook integró en las cuentas de usuarios europeos tuvo peor suerte e iniciativas legales irlandesas y alemanas consiguieron detener el proceso.
Sin embargo, cada vez somos mas conscientes de que esta paulatina integración devendrá en una merma de nuestra intimidad y una vigilancia ciudadana sobre la que no tenemos control ni parece que haya indicios de que mecanismos democráticos se estén poniendo en marcha para limitar y tasar los límites de este.
Una distopía posible
Esta misma semana hemos conocido el proyecto de cómic independiente titulado The private Eye, disponible para su descarga desde la misma página de su autor y disponible entre otros idiomas en castellano, a cambio de la cantidad que el lector quiera aportar para su lectura (parte de los 0 €). En esta obra, se nos sitúa en un futuro distópico donde la privacidad facial se ha convertido
En hermano menor de Cory Doctorrow nos apunta las maneras en las que un estado democrático de corte occidental tutela a sus ciudadanos y los mantiene en una auditoria permanente, en un proceso de revisión preventiva de sospecha en la que todos estamos sujetos a ser filtrados y contemplados como posibles delincuentes.
En su libro asegura que
Si quieres aprender más sobre el hackeo de RFID, comienza con el artículo de Annalee Newitz, publicado en la revista Wired y titulado The RFID hacking underground. Everyware(New Riders Press, 2006), de Adam Greenfield, es un libro espeluznante acerca de los peligros de vivir en un mundo de RFID.
El gran hermano europeo ya esta en marcha
Con el nombre de INDECT (Intelligent information system supporting observation, searching and detection for security of citizens in urban environment). Como ya se ha señalado en El avance de una videovigilancia y el análisis biométrico sin garantías ciudadanas, este sistema cuenta con una importante financiación pública por parte de la propia Unión Europea y la colaboración de estamentos públicos, entre cuerpos policiales y Universidades también avanza en una dirección similar. Arropada desde 2009 con una partida inicial de 11 millones de euros en fondos de la unión y con el clásico argumentario de la seguridad, este sistema se nutre esencialmente de los circuitos de videovigilancia, que trata de intercambiar y combinar para poder realizar un seguimiento completo de “comportamientos sospechosos”.
Criticada por activistas de las libertades como un sistema orweliano de control ciudadano, INDECT, también integra herramientas de control y catalogación de conductas en la red, mediante el control de contenidos de redes P2P, foros o webs. La respuesta ambigua de la Comisión Europea, al activista Shami Chakrabarti de la ONG Liberty, emplazándolo a una eventual “auditoría ética”, aunque remarcando la importancia para la prosperidad europea de la “seguridad” no hizo mas que acrecentar las dudas al respecto.
Este tipo de sistemas debe ir acompañado, como en el caso estadounidense, de un cuerpo legal que en este caso ofrecen documentos como el denominado 8570/10, que pretende restringir las libertades de individuos supuestamente “radicalizados”. Con ello se abre la puerta a que el sistema pueda avanzar ateniéndose a una particular interpretación del derecho.
Todos estos elementos nos hacen pensar en que las practicas de defensa pasiva son cada vez mas necesarias; así gafas anti vigilancia y ciertos tipos de maquillaje se están difundiendo entre diversos foros de hactivistas, máxime tras la aprobacíon de la Ley Mordaza en España. De cualquier forma, no serán estas técnicas sino el conocimiento para poder poner a los legisladores a controlar estos medios la forma en la que la ciudadanía podrá reconquistar la soberanía de su privacidad.