El juicio de Apple contra Samsung trasciende lo anecdótico de dos marcas enfrentadas. Nos muestra el mar de fondo existente no solo entre dos compañías que, en el fondo aspiran a la misma hegemonía, sino contra la posibilidad de una innovación no controlada, de un desarrollo libre e incluso de una necesaria convergencia entre equipos.
Durante estos días de agosto, hemos sabido por varios medios sobre cómo se desenvolvía el famoso juicio de Apple contra Samsung por todas las patentes supuestamente infringidas por el segundo. Con la realidad objetiva de una legalidad amparada en dichas patentes, no podemos poner en duda que la razón podría dársele a la pionera en muchas de las mejoras en la experiencia de usuario respecto a su terminal móvil. Apple, posee las patentes respecto a muchísimas cuestiones básicas casi para cualquier smartphone (por suerte no han patentado aún el respirar). Objetivamente puede demostrar como suyas esas reservas a la innovación y exigir el reconocimiento en un tribunal.
Todos lo anterior sería una exposición objetiva del entramado legal que ampara la forma de actuar de unas compañías privadas en pos de maximizar beneficios y obstruir a la competencia.
Pero la realidad es otra bien distinta. El fondo de la cuestión no es la propiedad de patentes por parte de una compañía u otra, es el intento de establecer una primacía comercial fundamentada en la obstrucción a la competencia, registrando como propiedad intelectual cuestiones fundamentales en tecnología que impiden, de hecho, la innovación y la competencia del que no cuente con el beneplácito del propietario de estas.
Esto no deja de ser un capítulo mas en la guerra por la hegemonía en la red de redes, cuyo último campo de batalla se está librando en el terreno de los smartphones, dado el inmenso auge de estos y las perspectivas de que lleguen a ser los dispositivos dominantes en el acceso a una red cada vez mas extensa, que paulatinamente asimila mas datos personales de cada cual y por tanto mas poder ( no solo comercial)